La
bicicleta
Por Ramón Cortez Cabello.
Luciano regresaba del trabajo, en la mano derecha traía nivel y cuchara.
El sol hacía resplandecer el polvo que escarchaba su ropa. Un
intento de sonrisa iba unido a su saludo.
-Buenas tardes, Doña Lupe.
-Buenas tardes Luciano. Qué calorón ¿verdad?
-Sí, como en el infierno –dijo sin detener la
marcha.
La mujer siguió barriendo la banqueta con gesto preocupado. Unos niños
jugaban en la calle con dos perros flacos, en la esquina un hombre vendía pan
de Bustamante. El vendedor llevaba en un triciclo el canasto y un aparato de
sonido; por sus bocinas se difundían las virtudes del producto y
polcas y corridos de la radio.
Tenía poco en el barrio. No duraba en ningún sitio. A su mujer
las vecinas no la querían; envidiaban su belleza según ella.
Faltaba poco para llegar, después de doblar la esquina descansaría en casa.
-¡Qué buen señor!
-¡Pobrecito…qué cansado viene!
Fingió no escuchar los murmullos femeninos que trituraban su amor
propio.
-Una cerveza, Chano…
-Ahora no, vecino, gracias -declinó la invitación.
Cuando dio vuelta a la esquina, el silencio invadió el barrio. Se apagó
la gritería infantil, los Alegres de Terán, que cantaban Nocturno a Rosario en
la radio, también callaron. Los hombres movían sombríos la cabeza.
-Ave María Purísima –exclamaban las mujeres.
Frente a la casa, recargada en la cerca, estaba una bicicleta negra. Un
gesto de rabia apareció en el rostro de Luciano. Arrojó la cuchara sacando chispas
al suelo. Estuvo indeciso un instante, después dio media vuelta y desandó el
camino. El silencio se hizo mayor. Hasta el sol amainó la intensidad de sus
rayos.
Una hora más tarde regresó. No hubo saludos. Las señoras lo miraban con
desprecio. Los vecinos reían burlones a su paso.
Cuando dobló la esquina, la bicicleta ya no estaba.
A los pocos días la casa quedó vacía.
Relato incluido en el libro, Primeras Armas. Antología del taller de iniciación literaria del Instituto Municipal de cultura de Saltillo (IMCS).
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