viernes, 29 de julio de 2016

La profecía







La profecía
                                                                                         Por Ramón Cortez Cabello
  ― ¿Revista o periódico, jefe?
  ― Periódico.
  ―Mejor le doy la revista… Así sabrá qué día se acaba el mundo.
   La revista de chismes estaba abierta en una página donde destacaba un encabezado: “El mundo se acabará el 29 de julio del 2016”. El hombre leyó rápido la nota y, sonriendo, dijo:
  ― ¿Mañana?
  ― Si, jefe.
  ― ¿Entonces ya para qué me boleó?
  ― No, jefe. Los zapatos hay que traerlos presentables hasta el final.
   Aunque la opinión del bolero era interesada, el cliente estuvo de acuerdo en que eran ciertas sus palabras.
  ―Fíjese que a los viejitos que se sientan en esa banca les enseñé la misma nota y luego lueguito se fueron, bien asustados.
  ― ¿Y a dónde se fueron? ¿Al rancho?

  ― Fueron a confesarse, ¿usted cree?

lunes, 25 de julio de 2016

Rebaño.





Rebaño
   Ayer atrapé una historia, fue fácil estaba distraída. Es pequeña entrañable y no busca ser obra maestra. Falta pulirla, resaltar su belleza, darle una estructura de modo que, al ser leída, luzca agradable y natural. Lograr que para el lector sea como agua fresca en boca del sediento y que paladee cada palabra como si de un manjar se tratara. Sueño con que quienes disfruten de ella la atesoren cariñosos. Antes debo darle coherencia y verosimilitud. Quitar lo superfluo, sea adorno o mancha indeseable para que sea bella sin afectación.
   Ahora es linda pero inocente, víctima fácil de críticos que le buscarán defectos que evidencien la torpeza de su autor. La dejaré ir cuando pueda defenderse sola. Ese día, el de su publicación, llegará pronto, es cosa de que capture algo del huidizo talento que anda suelto por el mundo. En tanto seguirá pastando junto a mis otras historias, no se sentirá sola, son más numerosas que el ganado de Gerión.  

Escritor en primera persona.

                                                         



                                                             
                                                       

                                                                  Escritor en primera persona
   Quiero escribir un libro que se incluya en el index librorum prohibitorum. Un texto censurado por dictadores. Componer el texto que un rebelde regale al líder del mundo. Una obra de culto citada por sabios y profanos. Pero, más que todo, quiero hacer un libro que la gente lea con gusto.
   Lo sé, soy un ambicioso desorbitado, un loco buscando alcanzar la gloria; optimista incorregible que ve esperanza en el fracaso. Tengo, sin embargo, una mente poderosa que construye mundos fastuosos adonde mi cuerpo maltrecho no puede ir. Quienes me rodean dicen que tengo aires de grandeza y soy perdedor irredento. No se equivocan. Pero ignoran que soporto el infortunio que acarrea pretender la cima, que tengo voluntad inquebrantable e infinita tolerancia a la derrota. Dentro de mí sé que todo eso no basta, que mi esfuerzo será inútil. No importa, seguiré intentando, al final ese será mi único logro: no desistir nunca.

Sueño de escritor








Sueño de escritor

   De la pluma fuente brotó una cascada de letras, una a una, una tras otra, torrentes de ellas formaron un lago de palabras que llenó por completo la página en blanco. El nivel de las palabras, de la laguna que las contenía, fue aumentando hasta sumergir en su líquida superficie mis manos. Por un momento escuché el rumor de las olas de palabras que ya cubrían mis brazos. En un instante me vi cubierto por la sopa de letras, no podía respirar, se atoraba en mi nariz una gran cantidad de letras A, A de ahogo, A de asfixia y de angustia. Sentí que moría bajo el caudal inmenso de mi creatividad, algo bello había en esa fatalidad. La habría preferido a la verdad prosaica de verme despertado por la gotera tenaz que caía en mi rostro.