Por Ramón Cortez Cabello
Fue en la Clínica 6 de San
Nicolás, era R4, estaba de guardia y me había llamado el Dr.
Cannabis.
― ¡Nunca me había alegrado tanto
verte, Galeno! –Dijo el R3 al verme-. Un post operado que sangraba profusamente era
el motivo de su alegría por mi arribo; la responsabilidad del paciente ahora me
pertenecía.
Ya en la sala de operaciones, evacuados los coágulos,
fulgurados los vasos sangrantes y resuelto el problema del enfermo, alejada la
angustia, me quejé del silencio que habitaba el quirófano (vamos, ni el
anestesiólogo llevaba grabadora).
―Lupita canta bien padre, doctor –dijo la instrumentista.
En los ojos de la enfermera circulante brilló el reproche ante
la delación de su compañera. Con
todo, no batallamos para convencerla de que cantara alguna melodía. Oírla
fue como encender la luz en un cuarto oscuro, su voz inundó la sala y nos llenó
de emoción. Con la última nota concluyó también la cirugía… no hubo
oportunidad de pedirle otra canción.
Fue la primera vez que oí la que sería una de mis canciones
favoritas. Cuando escuché Ten cuidado con el
corazón en voz de Ale Guzmán sentí que algo le
hacía falta, que la joven enfermera la cantaba mejor.
Nunca volví a ver a Lupita, y lo que es peor, nunca la volví a
escuchar.
Brillante Mi Galeno!
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