Zombis
Por Ramón Cortez Cabello.
Por Ramón Cortez Cabello.
Los zombis no
duran mucho, su “vida”, por llamarla así, es corta. Tienen tejidos que se
desgastan rápido, se lesionan con facilidad y no cicatrizan. Además, sus
órganos más durables, los huesos, requieren músculos para moverse. Ya es malo
ver muertos caminando por doquier, si se movieran sin ligamentos sería como
vivir en un grabado de Posada: rodeados de esqueletos ambulantes.
Volviendo a
la “vida y muerte” de estos seres, lo que más se les estropea son las piernas, al
rompérseles algún tendón o por desgaste muscular. Cojera y pasos vacilantes no
son pose para asustar, en realidad no pueden caminar bien. Cuando ambas piernas
se deterioran, es el principio del fin para ellos. También sus brazos se
inutilizan con frecuencia. Lo último que se les daña es la boca que, por otra
parte, es su parte más rápida.
Puede
reconocerse a un zombi “joven” por su rapidez; los “viejos”, es decir los que
llevan más tiempo siendo zombis, apenas pueden moverse. Hay ancianos-zombis que
corren como atletas y adolescentes-zombis que apenas se mueven. Puede ser más
letal una ancianita que un tipo enorme de fiero aspecto, todo depende de la
movilidad. Por cierto, los ancianos son el único caso donde el que pasa de vivo
a zombi mejora su condición física: al menos se mueven mejor.
Un rasgo que
quizás les viene de su pasado humano es el afán por subsistir. He visto zombis
arrastrarse con una sola mano y dejar embarrados en el asfalto trozos de piel,
músculos y vísceras. Hay que decirlo, no por moverse lento dejan de ser
peligrosos. Un amigo mío eludió una turba de ágiles zombis y, cuando ya se pensaba a salvo, fue atrapado y muerto por un
espécimen decrépito que yacía en el piso. A aquel engendro le bastaron sus
brazos y ávida boca para comerse enterito a mi camarada.
Nos dimos
cuenta que los cuervos hostigan a los muertos vivientes buscando comer su
carne. Por eso empezamos a criar cuervos como si de gallinas se tratara. Cuando
las aves crecieron las llevamos cerca de donde había zombis, la idea era
acelerar la descarnadura de estos. No era mal plan, sin embargo no funcionó.
Dos cosas fueron evidentes. Uno: las aves criadas en cautiverio no tenían la
habilidad de las nacidas libres. Hasta el zombi más torpe las atrapaba y
engullía. Dos: estos emplumados causaban más perjuicios a vivos que a muertos.
Como decía el Filosofo de Güemez: “Cría cuervos y tendrás muchos”.
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