La
ejecución
Por Ramón Cortez Cabello.
Serrano estaba todo quemado, de las flictenas de su piel salía vapor
blanco. Aunque siempre fue bravo, no pudo ayudar a sus camaradas. Sólo esperaba
el final.
Lechuga fue zambutido en un tambo con agua. Lo sacaron después de un
rato; mejor ahí se hubiera quedado: a cuchilladas lo hicieron pedacitos.
También pepenaron a su amiga, la que presumía de estar bien parada. A tirones le
arrancaron la melena, la desollaron y la cortaron en pedazos… pedazos muy
pequeños. ¡Pobre zanahoria!
Bien lo decía mi madre: ¡Dios te libre, Brocolito, de caer en manos de
un vegetariano!
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