Área blanca
Ramón
Cortez Cabello
― ¡Oiga esta es un área estéril! ―dijo Carlotita.
― ¡Cállate culera!, o te carga la verga ―respondió
uno de los sicarios.
“El pedo no es con ustedes, dijo
el otro, pónganse junto a la pared y nada les pasará.” Quise decir algo, pero
el tipo me atajó: “Usted ya hizo su trabajo, ahora yo haré el mío”. No dije más,
es difícil hacerlo cuando te apunta una metralleta. Fui a reunirme con las
doctoras y enfermeras, pretendí no tener miedo cuando les dije: “Tranquilas, todo
va a estar bien”. Los pistoleros se acercaron a la mesa de operaciones y con
sus cuernos de chivo le volaron la
cabeza al paciente que operábamos.
Después me enteré que había otros matones
en recuperación, que otros tomaron el área de urgencias y que el operativo duro
pocos minutos. Puedo decir que a mi paciente lo mataron dos veces. Llegó sin
signos vitales al hospital, le dimos reanimación cardiopulmonar y, luego de
tres horas de operación, habíamos cerrado una lesión de vena cava, extirpado el
riñón derecho y reparado el hígado, cerrábamos piel cuando llegaron los sicarios.
La última tensión arterial estaba en 110/70. El baleado no iba a morirse, al menos
no en cirugía y era probable sobreviviera: se salvó de los tiros que le dieron
en la calle, pero no de los recibidos en quirófano.
Es impactante ver cómo matan a alguien a corta distancia. Ya luego pensé en
la estupidez de querer razonar con sujetos armados. Por fortuna aquellos tipos
sólo mataron a su objetivo y no a quienes hicimos alguna pendejada. Tiempo
después nos reímos mucho de Carlotita, sólo a ella se le ocurre regañarlos por
no traer ropa estéril.